martes, 9 de febrero de 2016

Marionetas en la cuerda (del terror)


Tenía que ponerme algo de música para reírme. Por no llorar.




Con mucha más frecuencia de lo que creemos los ayuntamientos programan actividades que disgustan al público. Quien sea incapaz de esa mínima contextualización malamente se esforzará en informarse más. Para empezar, debería conocer la versión de la compañía Títeres de Abajo sobre su adaptación de una obra de Lorca. Y desde luego no debería creer a quienes llaman apología terrorista a una sátira sobre los montajes policiales. Cuando te disgusta un espectáculo municipal te vas y te quejas al ayuntamiento, que cuanto menos intervenga la policía en los conflictos sociales mejor. Pero mucha gente no se acuerda de que don Quijote cargó contra el retablo de maese Pedro porque confundía ficción con realidad. Es decir, asume con naturalidad el espantajo del terrorismo y cree que también la protección de la infancia justifica los recortes de libertades. Mientras, dos personas que denuncian las mentiras de los represores y la prensa afín son víctimas de los represores y la prensa afín. Todo muy coherente.

El PP carga contra unos titiriteros porque tiene por inveterada costumbre convertir cualquier nimiedad en un escándalo. Así oculta sus trapos sucios y preserva un poder que le niegan las urnas. Controla muchos resortes (policía, judicatura, prensa…) que es obvio que no va a soltar. Que PSOE y C’s aplaudan con las orejas también va de suyo. Pero es muy problemático que el objetivo del PP y sus satélites, un gobierno que los demócratas españoles ¿consideramos? nuestro, entre al trapo. Aunque no sorprendente: como Ahora Madrid cedió una vez al chantaje, ya no sabe cómo parar. Recordemos también cómo accedió a votar una moción sobre política exterior al gusto del PP –aunque tengo mis críticas a Maduro no debemos admitir lecciones de quienes hacen buenas migas con Assad, Netanyahu, Salman y otros tiranos.

Según todas las trazas, el área de Cultura encargó por error una obra discutiblemente adecuada –cada cual tendrá su opinión- para el público infantil. Habría sido muy fácil reconocer desde el principio el malentendido y resolverlo sin la policía, con la mera suspensión de la función. Ni siquiera hacen falta dimisiones ni destituciones, como exige un partido culpable de cosas mucho peores que el equívoco del área de Cultura. Pero Ahora Madrid se sumó a la detención y anunció una demanda contra la compañía de títeres, aunque no por enaltecimiento del terrorismo sino por incumplimiento de contrato. Después de un comunicado y una rueda de prensa, Ahora Madrid no repudia que dos personas estén a merced de un juez liberticida ni la retórica de sus enemigos, encantados de haber mordido en hueso. Lógicas las protestas. En descargo de Ahora Madrid, cabe decir que no es una posición unánime.

En unos meses Madrid logró algunas mejorías en cuestiones como las políticas de memoria, pero no en el terreno económico. El aumento del gasto social en sus primeros presupuestos no compensa las carencias en recuperación de servicios públicos, lucha contra los desahucios y auditoría de la deuda. Sí, las instituciones imponen límites -aún más desde que el gobierno central impone por ley a los ayuntamientos una parte de las políticas de la Troika- y encima Ahora Madrid está en minoría. Quienes vivimos en otros municipios gobernados por los llamados ayuntamientos del cambio reconocemos ese contexto. Pero de las candidaturas de confluencia y otras fuerzas políticas esperamos audacia. Me parece preocupante que dichas fuerzas en vez de amparar nuestros derechos, como la libertad de expresión, nos abandonen cada vez que una bestia parda diga: “¡Bu!”

No es una rareza de Ahora Madrid. En general las llamadas fuerzas del cambio no reaccionaron inmediata ni contundentemente contra esta caza de brujas –con alguna honrosa excepción. A título personal o colectivo, las respuestas varían. Unos toman neto partido aunque entre ellos hay quienes no hacen la debida autocrítica de cuando ampararon otros actos de represión. Otros se quedaron en silencio –no necesariamente por complicidad: habrá quien tenía la vana esperanza en un final feliz. En fin, hubo quien recriminó a los titiriteros interpretar una obra controvertida y poner en el disparadero a un ayuntamiento del cambio. Pues bien, aunque gobiernen “los míos” nadie tiene por qué hacer arte y literatura ad usum delphini, políticamente correcto o como a uno le plazca llamarlo. Tal pretensión sí que hace el juego al enemigo más que cualquier obra de ficción. Y una vez tomada la decisión de contratar a Títeres de Abajo, errónea o no, había que ser firmes ante cualquier espumarajo neocon. Culpar a dos personas encarceladas por ejercer la libertad de expresión tanto como a sus carceleros o más también es hacer el juego al enemigo. Malamente cabe confiar en gente así para lograr la ruptura democrática.

Al parecer, cierta gente no extrajo las necesarias lecciones de los años de Zapatero. La más obvia es que es imposible aplacar a una fiera, que cuando le das carnaza quiere más. Pero además quien lo hace comparte una parte de su alma. Zapatero se plegó a las derechas (la pepera y la sociata) porque no quiso anteponer los conflictos de la ciudadanía (social, territorial…) a la agenda de los poderes fácticos. Negación de los antagonismos en vez de resolución. Los Pactos de Múnich fueron posibles porque también entre las democracias liberales y los fascismos había afinidades ideológicas, desde el anticomunismo hasta el antisemitismo, e intereses económicos. El 15-M desplazó ese falaz binomio nosotros los demócratas / ellos los terroristas que impone el consenso y anula el disenso. Por eso la casta del régimen del 78 agita ese espantajo con tanta o más vehemencia que cualquier otro régimen del espacio euromediterráneo. Y quienes se dicen herederos del 15-M parecen incómodos ante esta tesitura, a pesar de que la doctrina antiterrorista pierde adeptos hasta entre las víctimas a las que dice representar. Si fuerzas políticas supuestamente rupturistas no exigen excarcelar a presos políticos contemporizan con el enemigo y se enajenan de la sociedad a la que dicen representar.

Así pues, puestos a lidiar guerras culturales, habrá que culturizarse y culturizar. Hacer genealogía de los valores, como diría Nietzsche. Un efecto positivo de que la mafia haya convertido una anécdota en una crisis es recordar o descubrir toda una tradición de valores democráticos con títeres y marionetas, amén de la obvia presencia de la violencia en los clásicos infantiles, lo cual vuelve ridículas muchas prohibiciones. Ligado a todo esto, hace falta que ciertos padres dejen de creerse dueños de sus hijos y hasta de los ajenos para negarles lo que por otras latitudes es normal. Por otra parte, el rearme ideológico también pasa por reconocer que el problema no es tanto la violencia en la ficción como la violencia en la realidad, a la que muchos niños en España están sobradamente expuestos: la pobreza, los colegios, las cárceles y otras muchas relaciones personales y sociales. Quienes se llenan la boca con la protección a la infancia nunca hablan de estas cuestiones.

Dicho todo lo cual, no se puede derrotar al filisteísmo, el atroz desprecio por la cultura, fuera de las relaciones de producción y poder. Vamos a tener guerras culturales para rato mientras no tengamos agallas de decir: “exprópiese”. Y hacerlo, claro. La sociedad española es heteróclita y multiforme -trabajadores pobres de toda la vida, clases medias empobrecidas, trabajo doméstico, sexual, mujeres, LGTBI, migrantes con sus diferentes estatus…- pero todos sus miembros deseamos democracia. Reparto de comida y libertad a partes iguales. Sin eso seguiremos siendo marionetas bailando sin fin. En la cuerda del terror.

jueves, 15 de enero de 2015

Charlie está por todas partes



La mañana del 7 de enero lo único decente que cabía hacer era expresar repulsa por un crimen contra la libertad de expresión y solidaridad con las víctimas. Ir más allá retrata mejor a quien habla que a los autores del crimen. Hasta hablar de terrorismo es salirse de lo decente. Por muy naturalizado que esté, quienes decimos que el concepto de terrorismo debería ser desterrado del código penal debemos recelar de su uso también en este caso. Pero, puesto que son otros quienes imponen las agendas y discursos y que, lejos de aprender de las lecciones de los atentados de Noruega, agitan un espantajo (llámese "yihadismo", “salafismo”, “takfirismo”...), es necesario replicar a toda manipulación sectaria.

El objetivo



Una cosa es la responsabilidad penal y otra la responsabilidad ética o política. En una sociedad democrática* las ideas son confrontadas en su estricto terreno y no con leyes. Hace tiempo que muchos, en Francia y fuera, critican en Charlie Hebdo una deriva racista. Ahora bien, el problema no es que alguien exprese opiniones racistas, machistas, clasistas y en general antidemocráticas, sino la incapacidad de rebatirlas. En los años 30 el problema no eran las caricaturas antisemitas sino que, desde el derecho nazi hasta las políticas migratorias de EEUU, había un clima general de odio y represión a los judíos. Y el problema hoy no son las caricaturas islamófobas sino el apoyo a tiranos, las guerras imperialistas, el racismo migratorio… Con lo cual, es odioso insinuar que la gente de la revista se buscó su tragedia.

La libertad de expresión ampara que uno pueda discrepar de la línea editorial de la revista a la vez que repudia el crimen. Pero buena parte de los medios prefieren el cierre de filas. No es problemático solamente por la hipocresía de gente que alaba viñetas que censuraría en casa. Existe una terrible costumbre de hablar de los muertos (al menos cuando están calientes) solamente para bien. Cuando ETA mataba a alguien los mandamases y la prensa afín lo llamaban “víctima inocente” (por favor, ¿hay víctimas culpables?) y lo ponían por los cuernos de la luna. Pero entre los asesinados de ETA hubo perfectamente personas con alguna conducta criticable, por no hablar de genuinos criminales como Melitón Manzanas y Luis Carrero Blanco. Un asesinado no tiene que caerte bien para repudiar el asesinato. Y eso demuestra quién está sinceramente a favor de la libertad de expresión.

La gestión del miedo



Así pues, las condenas de las élites de Europa y otros lugares del mundo no tienen nada que ver con la defensa de la libertad de expresión y la democracia en general. En un contexto de crisis global del capitalismo el crimen les ha servido para echar mano del discurso securitario y volver a legitimarse. Lo de menos es que intente la ultraderecha sacar tajada. Los primeros llamamientos al autoritarismo y la xenofobia vinieron de políticos dizque moderados como Antonis Samarás y Jorge Fernández Díaz. La actitud de los dirigentes franceses recuerda mucho a la de EEUU tras el 11-S. Cuando se llenan la boca con “los valores sagrados deFrancia” me acuerdo de cuando los políticos españoles condenaban atentados de ETA con lemas como “Todos juntos bajo la constitución”. Usan el crimen como pretexto para legitimar un régimen racista, que acosa a una parte de su propia población, que apoya a tiranos y promueve guerras de agresión. Y los demás líderes europeos suscriben los llamados “valores sagrados de Francia”.


"Lettre à la République", por Kery James. Una canción sobre la Francia opresora y la Francia oprimida.



Al dividir entre un Nosotros los Demócratas y un Ellos los Terroristas, el funeral se ha convertido en una desfile de la hipocresía. Todos los mandatarios allí presentes han podido presumir de demócratas y dan igual la Ley Mordaza y otras violaciones a los derechos humanos en España, los castigos corporales a disidentes saudíes, el oportunismo de los dirigentes israelíes… Han dado la espalda a unas multitudes cuyos deseos de democracia son sinceros y a las mucho más numerosas muertes de musulmanes, a manos de los grupos armados que tanto detestan o sus propias manos, las que bombardean Gaza, Waziristán… Es grotesco que el presidente de Nigeria se solidarice con los 12 muertos de París y no hable de los 2.000 paisanos asesinados por Boko Haram. Y para qué hablar de las torturas en Guantánamo, Abu Ghraib...


Los autócratas mientras se hacían selfies




En nombre de su peculiar idea de la libertad, los regímenes europeos anuncian restricciones en las fronteras y en internet. Y por mucho que insistan en que no pretenden estigmatizar y criminalizar a los musulmanes, son los primeros en justificar y alentar la islamofobia. Recordemos que unos días antes hubo en Alemania una manifestación antislámica y aunque hubo una contramanifestación más numerosa, buena parte de la prensa afirmó que Alemania estaba dividida, tratando la fascistización de Europa como una profecía autocumplida. Si la violencia antimusulmana fuese tratada con la misma legislación antiterrorista que persigue actos –a menudo no delictivos sino ligados a derechos fundamentales como la libertad de expresión- cometidos por musulmanes, o por izquierdistas, las estadísticas policiales cambiarían mucho.



Estadísticas sobre violencia contra musulmanes y otros colectivos en Francia procedentes del Ministerio de Interior. Desde 1992 hasta ahora la violencia islamófoba, tanto en actos como en víctimas, es la que más aumenta.



Un aspecto recurrente de esta campaña de odio es la exigencia de condenas. En realidad musulmanes de todo el mundo han expresado rechazo al crimen. Y ha habido mucho énfasis en la condición de musulmanes de dos de las víctimas, el policía Ahmed Mrabet y el corrector Mustapha Ourad. Pero todo eso es lo de menos, porque la cuestión no es si uno condena o no un atentado, sino la misma exigencia de condena. Un demócrata no necesita exigir condenas a nadie sino que predica con el ejemplo que no rechaza crímenes en función de cómo afecte a amigos y enemigos. Que quienes exigen condenar un crimen como el de Charlie Hebdo nunca lo hagan por el apartheid israelí demuestra que estamos ante un juego malévolo que obnubila el pensamiento crítico. Como dice Richard Seymour, “el objetivo del juego es imponerte un estigma, no mantener un debate sincero”.



 "Terrorist?", por Lowkey. Una canción sobre quiénes son los terroristas.



¿Y qué hay de los autores del crimen? Muy pocas personas procuran entender las circunstancias de marginación social que las empujaron a su decisión. Como nuestros regímenes han infundido la idea de que tal pretensión implica justificar el crimen, es más difícil persuadir a la opinión pública de que hay que afrontar el problema con soluciones políticas y no policiales. Por otra parte, sugieren algunos analistas que la finalidad es agudizar las contradicciones y me parece verosímil. A fin de cuentas, cuando ETA mataba a personas partidarias del diálogo buscaba polarizar la sociedad vasca: a un lado, el Estado opresor, al otro el pueblo cuya representación se arrogaba. Si tal era la intención de los autores, era lógico elegir Charlie Hebdo y no una publicación ultraderechista. Después de todo, islamofobia y yihadismo se complementan. Al atacar un referente de la izquierda alimentan los prejuicios islamófobos y socavan a los críticos con el rampante racismo. Cuando más hostiles se vuelvan los europeos no musulmanes hacia sus vecinos musulmanes, más fácil será para el yihadismo presentarse ante estos últimos como sus salvadores, por muy poco que les guste su ideario. Por lo tanto, las políticas liberticidas de los regímenes europeos, además de en el plano ético y político, son malas en el plano táctico. Hacen el juego a los reaccionarios de todas las trincheras.

¿Dónde están los demócratas?



Si convenimos en que el fundamentalismo religioso es un subproducto del capitalismo y que complementa al liberalismo en un juego de espejos, también hay que considerar necesaria una nueva izquierda para volver a defender unos derechos humanos cada vez más amenazados. Pues bien, es muy difícil encontrar tal izquierda. Hoy por hoy predomina una izquierda que se precia de serlo, es decir, de ser mero reflejo de la derecha.

Dicha gente suele tener por referente al todólogo Thierry Meyssan –el Fernando Reinares del antimperialismo primario, para entendernos-, que ha actualizado sus obsesiones sobre el 11-S y dice que el crimen es una operación de bandera falsa, presumiblemente para justificar otra guerra imperialista. Es fácil rebatir su argumentación porque contiene falacias como equiparar a Daesh y al Qaeda con los HHMM. Con todo, el problema principal es que pretender que el yihadismo es una creación de Occidente porque su existencia les permite recortar derechos y libertades es como pretender que ETA es una creación del Estado español porque también se ha servido de su actividad armada para recortar derechos y libertades, dentro y fuera de Euskal Herría, o como pretender que los atentados de los grupos armados del Cáucaso (laicos en los 90, islamistas en los últimos tiempos) son maquinaciones de Rusia por las mismas razones. Como bien responde John Brown, el mando capitalista no necesita atentados de bandera falsa porque sus acciones a plena luz del día ya generan suficientes dosis de miedo para obtener la obediencia de las poblaciones. Como dijo anteriormente, a cuento de Ben Laden y el 11-S:

No hubo, sin embargo, ninguna conspiración, sino pura mecánica de una sociedad basada en el juego del principio de seguridad y del principio de riesgo. Se trata de jugar con fuego extremando la opresión y el sojuzgamiento de las tres cuartas partes de la humanidad, practicar la violencia más desmedida en Palestina o en Pakistán o en Colombia, y luego gestionar la respuesta violenta de los más débiles reforzando los aparatos de represión y de control, explotar sin tasa al tercer mundo y en el mayor grado posible a los trabajadores de las metrópolis. Lo que ha hecho Israel durante los últimos 50 años.


Por su parte, el eurodiputado de IU Javier Couso aprovechó el crimen para insistir en un relato extendido entre la izquierda oficial: en Siria no hubo una legítima rebelión contra una dictadura sino una conspiración de EEUU contra un gobierno antimperialista y socialista. Quienes hemos tomado partido a favor del pueblo sirio lamentamos estas palabras, propias de quienes nunca han escuchado o leído a refugiados sirios ni quieren comprender por qué musulmanes europeos sienten que en Siria dejarán de ser mirados con recelo. Afortunadamente, quedan políticos de izquierdas decentes.

Es más, puestos a decir que grupos extremistas fueron apoyados por Arabia Saudí, Qatar, Israel…, también hay que denunciar que el mismo régimen de Bashar al Assad los toleró cuando solamente operaban en Iraq, permitiendo su tránsito por Siria. El año pasado amnistió a varios presos políticos, curiosamente justo después empezó el espectacular auge de Daesh. Y, curiosamente, en ningún momento se ha enfrentado a las tropas del régimen sino a otros grupos armados (incluidos los que más suscitan simpatía en la izquierda occidental, como las YPG kurdas) y la población civil. Todo esto permite afirmar que entre las fuerzas de Daesh y las de Assad hay un acuerdo tácito para aplastar a la oposición democrática, silenciada por los medios a derecha y a izquierda. Y esta teoría no es ninguna maquinación imperialista: Alí Abdalá Saleh, que en Yemen hacía de todo menos antimperialismo, también es sospechoso de haber liberado a presos con la misma razón. Con todo, el problema de fondo es que vuelve a señalar John Brown:
Poco importa que [el yihadismo] haya sido creado o financiado directamente por la CIA u otros servicios occidentales […] o haya surgido espontáneamente como, según Aristóteles podían surgir criaturas infectas de las miasmas. Lo que importa es que esa imagen del "moro malo" es la imagen misma del colonizado producida por la dominación colonial, una imagen que, asumida por el colonizado, reproduce al infinito y no anula en modo alguno esa dominación.

En lo que llevamos de siglo la opresión colonial e imperial en Oriente Medio, cuyo paroxismo es Israel, fue forjado gracias a gobiernos que una parte de la izquierda considera enemigos de EEUU. Propagandas al margen, EEUU e Iran han trabajado juntos y con ellos Siria. Y Libia, cómplice tanto de la red de torturas de la CIA como de la represión a migrantes camino de Europa. La violencia de esta matriz de poder ejercida por diversos agentes tuvo una respuesta democrática en las primaveras árabes, pero, en la medida en que han fracasado, o continúan los gobiernos autocráticos (porque no fueron derribados, como en Argelia y Baréin, o porque lograron volver, como en Egipto) o surgen movimientos reaccionarios como Daesh. Y muchos izquierdistas occidentales tienen una parte de culpa. Convencidos de que toda revolución es un idílico alzamiento popular con partidos de vanguardia, despreciaron la realidad heteróclita y multiforme de las primaveras árabes, y con más razón cuando algunas de estas rebeliones apuntaron a regímenes tenidos por contrario a Occidente.

Da igual que tal o cual gobierno (el sirio, el gringo, el que sea) haya instrumentalizado a grupos armados como Daesh porque el problema de fondo es una violencia estructural que incita a muchas personas a convertirse en su reflejo. En el último año EEUU y el régimen de Assad están colaborando, así sea en secreto, para combatirlo y un crimen como el de París sirve para legitimar a Assad, el rey Abdullah (responsable de más decapitaciones que Daesh), Abdel Fatah el Sisi (golpista que además de convertir a cientos de egipcios en presos políticos halla un chivo expiatorio en los refugiados palestinos y sirios) y otros autócratas árabes. Ni siquiera en un presidente elegido en las urnas como Beji Caid Essebsi podemos confiar, pues su pasado en la dictadura de Ben Alí implica un riesgo de involución en Túnez en nombre de la lucha contra el terrorismo. Recordemos que su partido, Nidaa, está detrás del rumor de una yihad sexual en Siria, difundido por el diario racista El País.


Los tiranos árabes y musulmanes, como los nuestros, no merecen ser tratados como gobernantes respetables, sino equiparados a esos grupos armados a los que llaman terroristas. A fin de cuentas, unos y otros viven de ejercer el terror. Y en esa línea hay que criticar a izquierdistas que en vez de producir discursos que impugnen los fanatismos y promuevan la democracia, se nutren de los despojos que dejan la islamofobia y el yihadismo. Esos carroñeros son los peores aliados para nuestra lucha. Es necesario reinterpretar ese "Je suis Charlie" para, como diría el Che, crear dos, tres muchos Vietnam. Es decir, para crear dos, tres, muchos Tahrir. Dejemos de temer al Otro y admitamos que todos compartimos ganas de burlarnos de todos los reaccionarios y de ser implacables hasta que sus ideas sean aniquiladas.


Emotivo discurso del activista Iyad al-Baghdadi sobre las revueltas árabes.