La mañana del 7 de enero lo único decente que cabía hacer era expresar
repulsa por un crimen contra la libertad de expresión y solidaridad con las
víctimas. Ir más allá retrata mejor a quien habla que a los autores del crimen.
Hasta hablar de terrorismo es salirse de lo decente. Por muy naturalizado que
esté, quienes decimos que el concepto de terrorismo debería ser desterrado del
código penal debemos recelar de su uso también en este caso. Pero, puesto que
son otros quienes imponen las agendas y discursos y que, lejos de aprender de
las lecciones de los atentados de Noruega, agitan un espantajo
(llámese "yihadismo", “salafismo”,
“takfirismo”...), es necesario replicar a toda manipulación sectaria.
El objetivo
Una cosa es la responsabilidad penal y otra la responsabilidad ética o
política. En una sociedad democrática* las ideas son confrontadas en su
estricto terreno y no con leyes. Hace tiempo que muchos, en Francia y fuera, critican en Charlie Hebdo una deriva racista. Ahora bien, el problema no es que alguien exprese
opiniones racistas, machistas, clasistas y en general antidemocráticas, sino la
incapacidad de rebatirlas. En los años 30 el problema no eran las caricaturas
antisemitas sino que, desde el derecho nazi hasta las políticas migratorias de
EEUU, había un clima general de odio y represión a los judíos. Y el problema
hoy no son las caricaturas islamófobas sino el apoyo a tiranos, las guerras
imperialistas, el racismo migratorio… Con lo cual, es odioso insinuar que la
gente de la revista se buscó su tragedia.
La libertad de expresión ampara que uno pueda discrepar de la línea editorial de la revista a la vez que repudia el crimen. Pero buena
parte de los medios prefieren el cierre de filas. No es problemático solamente
por la hipocresía de gente que alaba viñetas que censuraría en casa. Existe
una terrible costumbre de hablar de los muertos (al menos cuando están
calientes) solamente para bien. Cuando ETA mataba a alguien los mandamases y la
prensa afín lo llamaban “víctima inocente” (por favor, ¿hay víctimas
culpables?) y lo ponían por los cuernos de la luna. Pero entre los asesinados
de ETA hubo perfectamente personas con alguna conducta criticable, por no
hablar de genuinos criminales como Melitón Manzanas y Luis Carrero Blanco. Un
asesinado no tiene que caerte bien para repudiar el asesinato. Y eso demuestra
quién está sinceramente a favor de la libertad de expresión.
La gestión del miedo
Así pues, las condenas de las élites de Europa y otros lugares del
mundo no tienen nada que ver con la defensa de la libertad de expresión y la
democracia en general. En un contexto de crisis global del capitalismo el
crimen les ha servido para echar mano del discurso securitario y volver a
legitimarse. Lo de menos es que intente la ultraderecha sacar tajada. Los
primeros llamamientos al autoritarismo y la xenofobia vinieron de políticos
dizque moderados como Antonis Samarás y Jorge Fernández Díaz. La actitud de
los dirigentes franceses recuerda mucho a la de EEUU tras el 11-S. Cuando se llenan la boca con “los valores sagrados deFrancia” me acuerdo de cuando los políticos españoles condenaban atentados de
ETA con lemas como “Todos juntos bajo la constitución”. Usan el crimen como
pretexto para legitimar un régimen racista, que acosa a una parte de su propia
población, que apoya a tiranos y promueve guerras de agresión. Y los demás
líderes europeos suscriben los llamados “valores sagrados de Francia”.
"Lettre à la République", por Kery James. Una canción sobre la Francia opresora y la Francia oprimida.
Al dividir entre un Nosotros los Demócratas y un Ellos los Terroristas,
el funeral se ha convertido en una desfile de la hipocresía. Todos los mandatarios allí presentes han podido
presumir de demócratas y dan igual la Ley Mordaza y otras violaciones a los
derechos humanos en España, los castigos corporales a disidentes saudíes, el
oportunismo de los dirigentes israelíes… Han dado la espalda a unas multitudes cuyos
deseos de democracia son sinceros y a las mucho más numerosas muertes de
musulmanes, a manos de los grupos armados que tanto detestan o sus propias
manos, las que bombardean Gaza, Waziristán… Es grotesco que el presidente de
Nigeria se solidarice con los 12 muertos de París y no hable de los 2.000 paisanos asesinados por Boko Haram. Y para qué hablar de las torturas en
Guantánamo, Abu Ghraib...
Los autócratas mientras se hacían selfies
En nombre de su peculiar idea de la libertad, los regímenes europeos
anuncian restricciones en las fronteras y en internet. Y por mucho que
insistan en que no pretenden estigmatizar y criminalizar a los musulmanes, son
los primeros en justificar y alentar la islamofobia. Recordemos que unos días
antes hubo en Alemania una manifestación antislámica y aunque hubo una
contramanifestación más numerosa, buena parte de la prensa afirmó que Alemania
estaba dividida, tratando la fascistización de Europa como una profecía
autocumplida. Si la violencia antimusulmana fuese tratada con la misma
legislación antiterrorista que persigue actos –a menudo no delictivos sino
ligados a derechos fundamentales como la libertad de expresión- cometidos por
musulmanes, o por izquierdistas, las estadísticas policiales cambiarían mucho.
Estadísticas sobre violencia contra musulmanes y otros colectivos en Francia procedentes del Ministerio de Interior. Desde 1992 hasta ahora la violencia islamófoba, tanto en actos como en víctimas, es la que más aumenta.
Un aspecto recurrente de esta campaña de odio es la exigencia de condenas. En realidad musulmanes de todo el mundo han expresado rechazo al
crimen. Y ha habido mucho énfasis en la condición de musulmanes de dos de las
víctimas, el policía Ahmed Mrabet y el corrector Mustapha Ourad. Pero todo eso
es lo de menos, porque la cuestión no es si uno condena o no un atentado, sino
la misma exigencia de condena. Un demócrata no necesita exigir condenas a nadie
sino que predica con el ejemplo que no rechaza crímenes en función de cómo
afecte a amigos y enemigos. Que quienes exigen condenar un crimen como el de
Charlie Hebdo nunca lo hagan por el apartheid israelí demuestra que estamos
ante un juego malévolo que obnubila el pensamiento crítico. Como dice Richard Seymour, “el objetivo del juego es imponerte un estigma, no mantener un debate
sincero”.
"Terrorist?", por Lowkey. Una canción sobre quiénes son los terroristas.
¿Y qué hay de los autores del crimen? Muy pocas personas procuran entender
las circunstancias de marginación social que las empujaron a su decisión. Como
nuestros regímenes han infundido la idea de que tal pretensión implica
justificar el crimen, es más difícil persuadir a la opinión pública de que hay
que afrontar el problema con soluciones políticas y no policiales. Por otra
parte, sugieren algunos analistas que la finalidad es agudizar las contradicciones y me parece verosímil. A fin de cuentas, cuando ETA mataba a
personas partidarias del diálogo buscaba polarizar la sociedad vasca: a un
lado, el Estado opresor, al otro el pueblo cuya representación se arrogaba. Si
tal era la intención de los autores, era lógico elegir Charlie Hebdo y no una
publicación ultraderechista. Después de todo, islamofobia y yihadismo se complementan.
Al atacar un referente de la izquierda alimentan los prejuicios islamófobos y
socavan a los críticos con el rampante racismo. Cuando más hostiles se vuelvan
los europeos no musulmanes hacia sus vecinos musulmanes, más fácil será para el
yihadismo presentarse ante estos últimos como sus salvadores, por muy poco que
les guste su ideario. Por lo tanto, las políticas liberticidas de los regímenes
europeos, además de en el plano ético y político, son malas en el plano
táctico. Hacen el juego a los reaccionarios de todas las trincheras.
¿Dónde están los demócratas?
Si convenimos en que el fundamentalismo religioso es un subproducto del capitalismo y que complementa al liberalismo en un juego de espejos, también
hay que considerar necesaria una nueva izquierda para volver a defender unos
derechos humanos cada vez más amenazados. Pues bien, es muy difícil encontrar
tal izquierda. Hoy por hoy predomina una izquierda que se precia de serlo, es
decir, de ser mero reflejo de la derecha.
Dicha gente suele tener por referente al todólogo Thierry Meyssan –el Fernando Reinares del
antimperialismo primario, para entendernos-, que ha actualizado sus obsesiones sobre el
11-S y dice que el crimen es una operación de bandera falsa, presumiblemente
para justificar otra guerra imperialista. Es fácil rebatir su argumentación
porque contiene falacias como equiparar a Daesh y al Qaeda con los HHMM. Con todo, el problema
principal es que pretender que el yihadismo es una creación de Occidente porque
su existencia les permite recortar derechos y libertades es como pretender que
ETA es una creación del Estado español porque también se ha servido de su
actividad armada para recortar derechos y libertades, dentro y fuera de Euskal
Herría, o como pretender que los atentados de los grupos armados del Cáucaso
(laicos en los 90, islamistas en los últimos tiempos) son maquinaciones de
Rusia por las mismas razones. Como bien responde John Brown, el mando
capitalista no necesita atentados de bandera falsa porque sus acciones a plena
luz del día ya generan suficientes dosis de miedo para obtener la obediencia de
las poblaciones. Como dijo anteriormente, a cuento de Ben Laden y el 11-S:
No hubo, sin embargo, ninguna conspiración, sino pura mecánica de
una sociedad basada en el juego del principio de seguridad y del principio de
riesgo. Se trata de jugar con fuego extremando la opresión y el sojuzgamiento
de las tres cuartas partes de la humanidad, practicar la violencia más
desmedida en Palestina o en Pakistán o en Colombia, y luego gestionar la respuesta
violenta de los más débiles reforzando los aparatos de represión y de control,
explotar sin tasa al tercer mundo y en el mayor grado posible a los
trabajadores de las metrópolis. Lo que ha hecho Israel durante los últimos 50
años.
Por su
parte, el eurodiputado de IU Javier Couso aprovechó el crimen para insistir en
un relato extendido entre la izquierda oficial: en Siria no hubo una legítima
rebelión contra una dictadura sino una conspiración de EEUU contra un gobierno
antimperialista y socialista. Quienes hemos tomado partido a favor del pueblo sirio lamentamos estas palabras, propias de quienes nunca han escuchado o leído a refugiados sirios ni quieren comprender por qué musulmanes europeos
sienten que en Siria dejarán de ser mirados con recelo. Afortunadamente,
quedan políticos de izquierdas decentes.
Es más, puestos a decir que grupos extremistas fueron apoyados por Arabia Saudí, Qatar, Israel…, también hay que denunciar que el mismo régimen de Bashar al Assad los toleró cuando solamente operaban en Iraq, permitiendo su tránsito por Siria. El año pasado amnistió a varios presos políticos, curiosamente justo después empezó el espectacular auge de Daesh. Y, curiosamente, en ningún momento se ha enfrentado a las tropas del régimen sino a otros grupos armados (incluidos los que más suscitan simpatía en la izquierda occidental, como las YPG kurdas) y la población civil. Todo esto permite afirmar que entre las fuerzas de Daesh y las de Assad hay un acuerdo tácito para aplastar a la oposición democrática, silenciada por los medios a derecha y a izquierda. Y esta teoría no es ninguna maquinación imperialista: Alí Abdalá Saleh, que en Yemen hacía de todo menos antimperialismo, también es sospechoso de haber liberado a presos con la misma razón. Con todo, el problema de fondo es que vuelve a señalar John Brown:
Es más, puestos a decir que grupos extremistas fueron apoyados por Arabia Saudí, Qatar, Israel…, también hay que denunciar que el mismo régimen de Bashar al Assad los toleró cuando solamente operaban en Iraq, permitiendo su tránsito por Siria. El año pasado amnistió a varios presos políticos, curiosamente justo después empezó el espectacular auge de Daesh. Y, curiosamente, en ningún momento se ha enfrentado a las tropas del régimen sino a otros grupos armados (incluidos los que más suscitan simpatía en la izquierda occidental, como las YPG kurdas) y la población civil. Todo esto permite afirmar que entre las fuerzas de Daesh y las de Assad hay un acuerdo tácito para aplastar a la oposición democrática, silenciada por los medios a derecha y a izquierda. Y esta teoría no es ninguna maquinación imperialista: Alí Abdalá Saleh, que en Yemen hacía de todo menos antimperialismo, también es sospechoso de haber liberado a presos con la misma razón. Con todo, el problema de fondo es que vuelve a señalar John Brown:
Poco
importa que [el yihadismo] haya sido creado o financiado directamente por la
CIA u otros servicios occidentales […] o haya surgido espontáneamente como,
según Aristóteles podían surgir criaturas infectas de las miasmas. Lo que
importa es que esa imagen del "moro malo" es la imagen misma del
colonizado producida por la dominación colonial, una imagen que, asumida por el
colonizado, reproduce al infinito y no anula en modo alguno esa dominación.
En lo que llevamos de siglo la opresión colonial e imperial en Oriente
Medio, cuyo paroxismo es Israel, fue forjado gracias a gobiernos que una parte
de la izquierda considera enemigos de EEUU. Propagandas al margen, EEUU e Iran
han trabajado juntos y con ellos Siria. Y Libia, cómplice tanto de la red de
torturas de la CIA como de la represión a migrantes camino de Europa. La
violencia de esta matriz de poder ejercida por diversos agentes tuvo una
respuesta democrática en las primaveras árabes, pero, en la medida en que han
fracasado, o continúan los gobiernos autocráticos (porque no fueron derribados,
como en Argelia y Baréin, o porque lograron volver, como en Egipto) o surgen movimientos
reaccionarios como Daesh. Y muchos izquierdistas occidentales tienen una parte de culpa. Convencidos de que toda revolución es un idílico alzamiento popular con
partidos de vanguardia, despreciaron la realidad heteróclita y multiforme de
las primaveras árabes, y con más razón cuando algunas de estas rebeliones
apuntaron a regímenes tenidos por contrario a Occidente.
Da igual que tal o
cual gobierno (el sirio, el gringo, el que sea) haya instrumentalizado a grupos
armados como Daesh porque el problema de fondo es una violencia estructural que
incita a muchas personas a convertirse en su reflejo. En el último año EEUU y
el régimen de Assad están colaborando, así sea en secreto, para combatirlo y un crimen como el de
París sirve para legitimar a Assad, el rey Abdullah (responsable de más decapitaciones que Daesh), Abdel Fatah el Sisi (golpista que además de convertir a cientos de egipcios en presos políticos halla un chivo expiatorio en los refugiados palestinos y sirios) y otros autócratas
árabes. Ni siquiera en un presidente elegido en las urnas como Beji Caid Essebsi podemos
confiar, pues su pasado en la dictadura de Ben Alí implica un riesgo de
involución en Túnez en nombre de la lucha contra el terrorismo. Recordemos que
su partido, Nidaa, está detrás del rumor de una yihad sexual en Siria,
difundido por el diario racista El País.
Los tiranos árabes y musulmanes, como los nuestros, no merecen ser
tratados como gobernantes respetables, sino equiparados a esos grupos armados a los
que llaman terroristas. A fin de cuentas, unos y otros viven de ejercer el
terror. Y en esa línea hay que criticar a izquierdistas que en vez de producir
discursos que impugnen los fanatismos y promuevan la democracia, se nutren de
los despojos que dejan la islamofobia y el yihadismo. Esos carroñeros son los
peores aliados para nuestra lucha. Es necesario reinterpretar ese "Je suis Charlie" para, como diría el Che, crear dos, tres muchos Vietnam. Es decir, para
crear dos, tres, muchos Tahrir. Dejemos de temer al Otro y admitamos que todos compartimos ganas de burlarnos de todos los reaccionarios y de ser implacables hasta que sus ideas sean aniquiladas.
Emotivo discurso del activista Iyad al-Baghdadi sobre las revueltas árabes.