Tenía que ponerme algo de música para reírme. Por no llorar.
Con mucha más frecuencia de lo que creemos los ayuntamientos programan
actividades que disgustan al público. Quien sea incapaz de esa mínima
contextualización malamente se esforzará en informarse más. Para empezar,
debería conocer la versión de la compañía Títeres de Abajo sobre su adaptación
de una obra de Lorca. Y desde luego no debería creer a quienes llaman
apología terrorista a una sátira sobre los montajes policiales. Cuando te
disgusta un espectáculo municipal te vas y te quejas al ayuntamiento, que
cuanto menos intervenga la policía en los conflictos sociales mejor. Pero mucha gente no se acuerda de que don Quijote cargó contra el retablo de maese Pedro porque confundía ficción con realidad. Es decir, asume con naturalidad el espantajo del terrorismo y cree que
también la protección de la infancia justifica los recortes de libertades. Mientras,
dos personas que denuncian las mentiras de los represores y la prensa afín son
víctimas de los represores y la prensa afín. Todo muy coherente.
El PP carga contra unos titiriteros porque tiene por inveterada
costumbre convertir cualquier nimiedad en un escándalo. Así oculta sus trapos
sucios y preserva un poder que le niegan las urnas. Controla muchos resortes
(policía, judicatura, prensa…) que es obvio que no va a soltar. Que PSOE y C’s
aplaudan con las orejas también va de suyo. Pero es muy problemático que el
objetivo del PP y sus satélites, un gobierno que los demócratas españoles
¿consideramos? nuestro, entre al trapo. Aunque no sorprendente: como Ahora
Madrid cedió una vez al chantaje, ya no sabe cómo parar. Recordemos
también cómo accedió a votar una moción sobre política exterior al gusto del PP
–aunque tengo mis críticas a Maduro no debemos admitir lecciones de quienes
hacen buenas migas con Assad, Netanyahu, Salman y otros tiranos.
Según todas las trazas, el área de Cultura encargó por error una obra discutiblemente
adecuada –cada cual tendrá su opinión- para el público infantil. Habría sido
muy fácil reconocer desde el principio el malentendido y resolverlo sin la
policía, con la mera suspensión de la función. Ni siquiera hacen falta
dimisiones ni destituciones, como exige un partido culpable de cosas mucho
peores que el equívoco del área de Cultura. Pero Ahora Madrid se sumó a la
detención y anunció una demanda contra la compañía de títeres, aunque no por
enaltecimiento del terrorismo sino por incumplimiento de contrato. Después de
un comunicado y una rueda de prensa, Ahora Madrid no repudia que dos personas
estén a merced de un juez liberticida ni la retórica de sus enemigos,
encantados de haber mordido en hueso. Lógicas las protestas. En descargo de Ahora Madrid, cabe decir que no es una posición unánime.
En unos meses Madrid logró algunas mejorías en cuestiones como las
políticas de memoria, pero no en el terreno económico. El aumento del gasto
social en sus primeros presupuestos no compensa las carencias en recuperación
de servicios públicos, lucha contra los desahucios y auditoría de la deuda. Sí,
las instituciones imponen límites -aún más desde que el gobierno central impone
por ley a los ayuntamientos una parte de las políticas de la Troika- y
encima Ahora Madrid está en minoría. Quienes vivimos en otros municipios
gobernados por los llamados ayuntamientos del cambio reconocemos ese contexto.
Pero de las candidaturas de confluencia y otras fuerzas políticas esperamos
audacia. Me parece preocupante que dichas fuerzas en vez de amparar nuestros
derechos, como la libertad de expresión, nos abandonen cada vez que una bestia
parda diga: “¡Bu!”
No es una rareza de Ahora Madrid. En general las llamadas fuerzas del
cambio no reaccionaron inmediata ni contundentemente contra esta caza de brujas
–con alguna honrosa excepción. A título personal o colectivo, las respuestas varían.
Unos toman neto partido aunque entre ellos hay quienes no hacen la debida
autocrítica de cuando ampararon otros actos de represión. Otros se quedaron en
silencio –no necesariamente por complicidad: habrá quien tenía la vana
esperanza en un final feliz. En fin, hubo quien recriminó a los titiriteros interpretar
una obra controvertida y poner en el disparadero a un ayuntamiento del cambio. Pues
bien, aunque gobiernen “los míos” nadie tiene por qué hacer arte y literatura
ad usum delphini, políticamente correcto o como a uno le plazca llamarlo. Tal
pretensión sí que hace el juego al enemigo más que cualquier obra de ficción. Y
una vez tomada la decisión de contratar a Títeres de Abajo, errónea o no, había
que ser firmes ante cualquier espumarajo neocon. Culpar a dos personas
encarceladas por ejercer la libertad de expresión tanto como a sus carceleros o
más también es hacer el juego al enemigo. Malamente cabe confiar en gente así para lograr la ruptura democrática.
Al parecer, cierta gente no extrajo las necesarias lecciones de los años
de Zapatero. La más obvia es que es imposible aplacar a una fiera, que cuando le
das carnaza quiere más. Pero además quien lo hace comparte una parte de su
alma. Zapatero se plegó a las derechas (la pepera y la sociata) porque no quiso
anteponer los conflictos de la ciudadanía (social, territorial…) a la agenda de
los poderes fácticos. Negación de los antagonismos en vez de resolución. Los Pactos de Múnich fueron posibles porque también
entre las democracias liberales y los fascismos había afinidades ideológicas,
desde el anticomunismo hasta el antisemitismo, e intereses económicos. El 15-M
desplazó ese falaz binomio nosotros los demócratas / ellos los terroristas que
impone el consenso y anula el disenso. Por eso la casta del régimen del 78 agita
ese espantajo con tanta o más vehemencia que cualquier otro régimen del espacio
euromediterráneo. Y quienes se dicen herederos del 15-M parecen incómodos ante esta
tesitura, a pesar de que la doctrina antiterrorista pierde adeptos hasta entre las víctimas a las que dice representar. Si fuerzas políticas
supuestamente rupturistas no exigen excarcelar a presos políticos contemporizan con el enemigo y se enajenan de la sociedad a la que dicen representar.
Así pues, puestos a lidiar guerras culturales, habrá que culturizarse y culturizar. Hacer genealogía de los valores, como diría Nietzsche. Un efecto positivo de
que la mafia haya convertido una anécdota en una crisis es recordar o descubrir
toda una tradición de valores democráticos con títeres y marionetas, amén de la
obvia presencia de la violencia en los clásicos infantiles, lo cual
vuelve ridículas muchas prohibiciones. Ligado a todo esto, hace falta que ciertos padres dejen de creerse dueños de sus hijos y hasta de los ajenos para negarles lo que por otras latitudes es normal. Por otra parte, el rearme ideológico
también pasa por reconocer que el problema no es tanto la violencia en la
ficción como la violencia en la realidad, a la que muchos niños en España están
sobradamente expuestos: la pobreza, los colegios, las cárceles y otras muchas relaciones personales y sociales. Quienes se llenan la boca con
la protección a la infancia nunca hablan de estas cuestiones.
Dicho todo lo cual, no se puede derrotar al filisteísmo, el atroz desprecio por la cultura, fuera de las
relaciones de producción y poder. Vamos a tener guerras culturales para rato
mientras no tengamos agallas de decir: “exprópiese”. Y hacerlo, claro. La sociedad
española es heteróclita y multiforme -trabajadores pobres de toda la vida,
clases medias empobrecidas, trabajo doméstico, sexual, mujeres, LGTBI,
migrantes con sus diferentes estatus…- pero todos sus miembros deseamos
democracia. Reparto de comida y libertad a partes iguales. Sin eso seguiremos siendo
marionetas bailando sin fin. En la cuerda del terror.