sábado, 21 de junio de 2014

Podemos liberar la UE de los TLC

Mientras miles de españoles reclamaban el derecho a elegir entre monarquía y democracia (y eran represaliados por ello), mi menda y otras más (con un invitado muy destacado, Tom Kucharz) estuvimos hablando de algo tanto o más importante: el TTIP, el Tratado de Libre Comercio entre EEUU y la UE. Porque una república formal sirve de poco o nada si hay una república paralela donde sigue mandando la casta. Adjunto mi ponencia del debate:


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Lo dice el programa con el que Podemos concurrió a las europeas: “Abandono del proceso de suscripción del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea.” (5.2). Estamos en contra del TTIP porque somos conscientes de que es incompatible con las políticas que queremos promover. Y todo tratado comercial que no esté basado en los derechos humanos sino en términos como los del TTIP también merece nuestro rechazo, como decimos en el mismo punto. De ahí que queramos revisar los tratados entre la UE y Latinoamérica. Por las mismas, también nos opondremos al CETA, acuerdo comercial entre Canadá y la UE similar al TTIP. Y si Rusia, China, Mercosur o quien sea viene con un acuerdo por el estilo, diremos que no.

Como reveló Filtra.la, el objetivo del TTIP es la privatización de servicios públicos mientras que nosotros los defendemos. Otras filtraciones indican también que EEUU aspira a que la UE elimine barreras en otras actividades económicas, como en la minería para fomentar el fracking y la megaminería –que también aspiramos a prohibir. A su vez, el CETA servirá para que Canadá pueda tumbar la Directiva Europea sobre Calidad de Combustibles y dar salida a sus vastos yacimientos de arenas bituminosas. La Comisión Europea remitió al Gobierno de EEUU un borrador de lo que se aviene a negociar, en comisiones ad hoc. Cualquier propuesta de privatización es antagónica a nuestro programa. Punto 3.12: acceso universal al transporte y la movilidad de todas las personas. 1.1: eliminación de las empresas de trabajo temporal. 3.11: acceso libre, seguro y universal a la información y las comunicaciones. 3.7: derecho a una vivienda digna. 6.2: acceso al agua. 3.4: derecho a la salud. 6.3: alimentación saludable.

Curiosamente, según la nota filtrada la UE espera que "Estados Unidos ofrezca un nivel de transparencia significativo a nivel sub-federal". Es decir, supuestamente EEUU está elaborando otro borrador sobre las trabas de los Estados federados. Pues bien, haya contrapartidas transatlánticas o no, EEUU ya fijó el límite en las finanzas. La explicación es fácil: EEUU tiene una legislación financiera más fuerte que la UE, pero en los demás terrenos de la economía es al revés. Como la UE no es una entidad netamente federal, aún no ha sido posible implantar medidas como las del programa de Podemos: obligatoriedad para todas las trasnacionales y sus filiales de rendir cuentas de sus actividades en términos globales y desglosadas por países (1.8), obligatoriedad para todas las entidades financieras ubicadas en Europa de facilitar a las administraciones públicas toda la información sobre sus clientes (1.8), creación de una agencia europea de calificación (1.2)…En los otros sectores, en cambio, impone trámites burocráticos que garanticen normas ambientales, laborales y de seguridad. A esto se oponen las transnacionales de EEUU y la UE.

No sólo promueve políticas diametralmente opuestas sino que el TTIP está blindado para que los poderes públicos no puedan revertirlas. Gracias a filtraciones como la del semanario alemán Die Zeit nos enteramos de que el tratado propugna la creación de un Investor-State Dispute Settlement o ISDS, un mecanismo de arbitraje que favorece a las corporaciones en sus pleitos contra los gobiernos que vulneren sus intereses (en defensa de los ciudadanos, por supuesto). Dicho mecanismo ya existe en tratados como el NAFTA (cap. 11), con resultados como que si un gobierno prohíbe una sustancia tóxica en sus legislaciones laborales o alimentarias o si fomenta el uso de medicamentos genéricos y software de código abierto las empresas afectadas pueden demandarlo y ganar el pleito. Cualquier ley sobre fiscalidad, ecología, igualdad o lo que sea que afecte al capital podría ser tumbada. Es más, si un gobierno audita su deuda y rechaza pagar la parte ilegítima, o toda si hace falta, las empresas afectadas podrían impugnar esta decisión. Se dice que el impago de la deuda odiosa y otras propuestas de formaciones como Podemos y Syriza son inviables. Lo son en el marco neoliberal, que el TTIP pretende consolidar.

No debemos criticar acuerdos comerciales como el TTIP y el CETA simplemente por vulnerar soberanías nacionales. Lo que están atacando es más que la soberanía de los Estados miembros de la UE, es la misma soberanía de la UE, ya que se imponen sobre el acervo comunitario (el conjunto de normas jurídicas de la Unión). Quienes aspiramos a superar el espacio nacional y democratizar el espacio europeo debemos rebelarnos. Es necesario pararlos y por eso es bueno citar un interesante precedente del TTIP y el CETA: el Acuerdo Comercial contra la Falsificación.

El ACTA, un tratado auspiciado por EEUU para endurecer la propiedad intelectual a favor de las grandes corporaciones de varios ramos: entretenimiento, informática, farmacéutica, biotecnología… Los estados signatarios poseen cierto desarrollo en la valorización económica del conocimiento, así que albergan un enorme interés en privatizar el trabajo material (otra cuestión es si así matan la creatividad y la innovación que pretenden rentabilizar). El TTIP y el CETA se parecen al ACTA en que sus negociaciones transcurren en secreto y solamente logramos enterarnos gracias a filtraciones. Otro parecido es el contenido, ya que tanto EEUU como Canadá quieren endurecer la propiedad intelectual. Cuando Wikileaks filtró en mayo de 2008 un documento de trabajo del ACTA descubrimos que sus promotores planeaban una batería de medidas penales contra el uso compartido de archivos protegidos. Por la presión social dichas medidas fueron suprimidas en el texto final, aunque mantuvieron su espíritu al exigir a los signatarios desarrollar procedimientos sancionadores. Pero, curiosamente, en los artículos del TTIP relativos a propiedad intelectual vuelven a promover que los proveedores de internet sean obligados a controlar y cortar el acceso a usuarios que descarguen contenidos bajo propiedad intelectual. Es decir, a los ciudadanos de la UE nos están intentando colar un tratado que nuestros representantes ya rechazaron. Es más, nos están colando un borrador que había sido descartado porque era aún más impopular que el texto final.

Pero el punto que más nos interesa a la hora de comparar con el de acuerdos comerciales como el TTIP es que la UE firmó el ACTA pero no lo ratificó. El Parlamento Europeo, haciendo valer sus competencias en comercio internacional, lo rechazó. Su derogación fue fruto de una intensa movilización. Para que hubiese mayoría parlamentaria hacía falta mayoría social, y aquel intento de expolio de bienes comunes, los saberes, unió a grupos variados: partidarios del software libre, de los medicamentos genéricos, de la libertad de cultivo... Como es evidente que el TTIP y el CETA son lesivos para los intereses de muchos más colectivos ciudadanos, el rechazo debe movilizarlos a idéntica escala. Asociaciones como La Quadrature du Net se esforzaron mucho en luchar contra el ACTA y hoy lo hacen contra el TTIP y el CETA. Los europarlamentarios recibían a diario miles de emails y hubo protestas masivas en las capitales europeas. Al principio el grupo de los socialdemócratas y el de los liberales estaban a favor del ACTA pero la presión social logró abrir fisuras en ambos, propiciando una mayoría parlamentaria junto con GUE y Verdes-ALE. Si se hizo una vez, puede repetirse e instar a nuestros representantes a impugnar los tratados comerciales que atentan contra nuestros derechos. Precisamente la diputada de Podemos Lola Sánchez ya solicitó el ingreso en el Comité de Comercio Internacional.

Además, una buena manera de combatir estos tratados comerciales son las Iniciativas Ciudadanas Europeas, ICE. En estos momentos está siendo tramitada una para cancelar las negociaciones del TTIP) y el CETA. Actualmente ya hay 85 organizaciones de 14 países respaldando esta iniciativa. El Partido de la Izquierda Europea la respalda y exhorta a que sus miembros hagan campaña y presionen a las instituciones. Podemos está en el GUE-NGL y concurrió a las elecciones defendiendo la extensión y fomento de las iniciativas legislativas populares a escala europea. Es cierto que no es fácil sacar adelante una ICE y menos cuando la regulación de una ICE aceptada no compete a las instituciones comunitarias sino a los Estados miembros, que son capaces de alterarlas a su antojo igual que con las ILPs. Pero las consultas ciudadanas organizadas por abajo siguen siendo pertinentes porque contribuyen a que nosotros impongamos nuestra agenda. Quienes en su momento rechazaban el ACTA no se conformaban con resistir sino que también se dotaban de herramientas propias, como el crowdfunding, que tanto vale para financiar proyectos culturales como científicos. Por ello debemos aprender de experiencias anteriores y analizar por qué, por ejemplo, la ICE de la renta básica no prosperó pero sí la del agua.

Si la opinión pública no está debidamente informada y sensibilizada con los estragos que estos acuerdos comerciales implican no protestará. Y no es difícil hacer campaña de concienciación. Quien les habla sirve de ejemplo. No soy doctorado en Economía ni Derecho ni Políticas sino licenciado en Filología Hispánica. Pero tenía, y tengo, muchas inquietudes políticas, me animé a leer y escuchar y di con buenas fuentes para aprender. Como dijo Santiago Alba Rico en una reciente entrevista, los círculos Podemos sirven como espacios de autoeducación, ayudando a la gente a eliminar desechos ideológicos (por ejemplo, culpar a minorías étnicas de problemas sociales) y empoderarse. No será difícil contar a los ciudadanos que los Tratados de Libre Comercio suponen nuevos atentados contra su dignidad y convencerlos de que se sumen a la recogida de firmas, que comienza en septiembre de este año. La lucha contra el TTIP y otros Tratados de Libre Comercio va a ser dura, pero, buenas noticias, se puede ganar.